Taller de escritura 2º ESO

LA ISLA DEL TESORO

Llegué a la Calavera del Ahorcado al amanecer. Era un lugar siniestro y terrorífico. Estaba lleno de árboles que no permitían pasar a la perezosa luz del alba. Acababa de llegar en un pequeño barco llamado ”Calypso”, capitaneado por un viejo marinero, Simón, a quien después de insistir le había convencido para que me llevase a la isla.

-Creo que estás perdiendo el tiempo buscando un tesoro que no existe- gruñó Simón mientras caminaba lentamente -. A partir de aquí tendrás que continuar tu solita.

-Tranquilo, dentro de unos días volverás a verme sana y salva y además con un gran tesoro -dije sonriente.

-Tú sabrás lo que haces, nos vemos dentro de tres días en este mismo sitio; si no apareces me iré sin ti -dijo seriamente al alejarse.

Mientras le veía desaparecer en la espesura no paraba de pensar en lo que haría con el dinero. Comprarme una casa, hacer un gran viaje… Cuando, de repente, oí una terrorífica voz, me giré hacia el lugar de donde procedía y descubrí una calavera colgada de un cayado. Lo realmente terrorífico no era la calavera amarillenta, vieja y espeluznante, lo realmente terrorífico era su voz, una voz áspera, siniestra y que poblaría mis peores pesadillas para siempre.

- ¿Quién eres tú? -dije con voz temblorosa.

 Silencio.

- ¿Quién eres? -repetí, esta vez un poco más segura. Cuando ya pensaba que había sido producto de mi imaginación, la calavera dijo:

-Soy la calavera de un viejo capitán de barco que ansiaba encontrar el tesoro de esta isla y que pereció en el intento. Si de verdad aprecias tu vida vuelve a tu hogar y olvida la existencia de ese tesoro.

-Jamás -grite más alto de lo que pretendía. Había llegado demasiado lejos como para que una calavera maldita me dijese lo que tenía que hacer.  

-Bien, tú lo has querido. La primera pista es la siguiente:

Para encontrar el tesoro ansiado,

deberás pasar por la sierra misteriosa.

No digas que no te he avisado,

pues es una sierra un tanto sospechosa.

-Bien, entonces iré a la sierra misteriosa -dije mientras me alejaba de ese lugar.

-Ten mucho cuidado, pues allí te espera una dura prueba -dijo la calavera con un tono sombrío en la voz.

Minutos más tarde me dirigía hacia la sierra misteriosa. Llegué un par de horas después, estaba agotada y lo único que quería era encontrar el tesoro y volver a casa. Pero no iba a ser tan fácil.

 Al llegar me encontré con un ser muy extraño. Tenía cabeza de mujer, sus brazos eran similares a las alas de un cuervo negro, sus piernas parecían las potentes patas de un león y sus ojos, similares a los de un gato, eran de distinto color. Llevaba una gran cota de malla y unos pantalones grises que no encajaban con su conjunto.

-Hola -dijo enérgicamente- mi nombre es Danna y soy el espíritu de estas montañas.

-Hola, mi nombre es Marta y he venido a buscar el gran tesoro que se encuentra en esta isla.

-Bien, te mostrare el camino -dijo mientras me guiaba por un estrecho sendero.

Estaba muy ilusionada, cada paso que daba me acercaba más al tesoro. De repente vi unas oscuras sombras ocultas detrás de dos grandes rocas, una en cada lado del sendero, entonces nos atacaron, y comprendí que Danna me había engañado. Noté una punzada de dolor en el brazo, una mano me agarró firmemente por la muñeca y me arrastró con ella a un lugar seguro dentro de una cueva. Me giré para saber quién me había salvado, vi una figura esbelta y de ojos dorados que me observaban atentamente. Entonces aquel desconocido se quitó la capucha dejando al descubierto dos grandes orejas puntiagudas. Un elfo, comprendí de pronto.

- ¿No sabes que mirar fijamente a una persona es de mala educación? -dijo él con voz melódica.

-Disculpa, pero nunca había visto un elfo -dije yo tímidamente.

-Tranquila, mi nombre es Maglor y vengo de las tierras del sur -me dijo sonriente-. Ah, y por cierto, de nada por salvarte la vida.

-Muchas gracias, yo me llamo Marta y vengo en busca del tesoro -dije asomándome para ver si nos habían seguido.

-Yo también busco el tesoro, quizá podríamos buscarlo juntos y repartirlo.

Pensé en decirle que no, pero me di cuenta de que, si me acompañaba, encontraría el tesoro antes y, además, estaría más protegida.

-Me parece bien, pero será mejor que continuemos con la búsqueda -dije mientras salía de la cueva. El elfo me sonrió y me siguió. Estuvimos hablando todo el camino, me dijo que había encontrado una pista y que sabía cómo continuar para encontrar la siguiente.

-Ya hemos llegado -dijo mientras se sentaba en una roca para descansar y me ofrecía un poco de agua que habíamos cogido en un lago unos minutos ante-. Estamos en el palmeral de la desesperación, está anocheciendo así que creo que deberíamos descansar después de encontrar la pista. ¿Te parece bien?

-Claro, he traído unas mantas por si acaso hace frio por la noche -dije distraídamente mientras me frotaba el brazo en el que me habían hecho daño.

Miré a mí alrededor, nos hallábamos en un bonito palmeral, no sabía por qué lo llamaban el Palmeral de la Desesperación, pero prefería no averiguarlo. Continuamos caminando, pero entonces una palmera nos cortó el paso. Estábamos en un laberinto de palmeras mágico.

-Supongo que ya sabemos por qué se llama así -dijo Maglor.- Menos mal que siempre se me han dado muy bien los laberintos.

Estaba muy oscuro, si no hubiese sido por Maglor que veía mejor en la oscuridad que yo, no habría podido escapar del laberinto hasta la mañana siguiente. Cuando estábamos cerca del final del laberinto me tropecé con un viejo baúl que no había visto antes ya que estaba oculto entre la fronda.

-Creo que he encontrado la siguiente pista -dije mientras me sacudía las hojas del pantalón.

-Más que encontrado, yo diría tropezado -dijo riéndose

-No tiene gracia -dije enfadada

-Lo siento, lo siento, no te enfades -dijo acercándose para ver mejor el baúl.

Lo abrí y encontré una nota que decía:

Si el tesoro queréis encontrar

Por el lago de las lianas debéis pasar

Si no tenéis cuidado

Todos acabareis mojados

-Bueno, al menos no parece muy difícil. Vamos, salgamos de este laberinto.

Encontramos una cueva no muy lejos y decidimos dormir ahí.

A la mañana siguiente, después de desayunar, nos dirigimos al lago de las lianas. Tardamos muy poco en llegar, las vistas eran preciosas, cerca de la ribera del lago había unas flores preciosas, y además se veían peces de muchos colores desde allí.

-No entiendo por qué este sitio es peligroso -dijo Maglor acercándose a la orilla del lago-. Este sitio es precioso.

 Justo después de decir eso, una liana salió de la nada y se enrolló en su tobillo arrastrándolo hacia el lago. Entonces saqué mi navaja y empecé a cortar la liana, pero era demasiado gruesa. El agua nos llegaba por la cintura, empecé a cortar más rápido, pero la liana no cedía, el agua nos llegaba por la barbilla, tiré con todas mis fuerzas desesperada por salvarle la vida a mi nuevo amigo, y entonces nos sumergimos y la liana por fin se rompió. Salimos del agua tiritando, pero contentos por haber sobrevivido.

-Gracias por haberme salvado -dijo mientras se secaba.

-Te la debía por haberme salvado ayer, pero mejor si andamos con más cuidado.

-Me parece bien -dijo mientras se ponía de pie-. Mira allí -dijo señalando un camino escarpado. Creo que ya sé por dónde hay que continuar -dije mientras caminaba hacia allí.

El camino abrió paso a un gran árbol.

-El camino se acaba aquí -dijo Maglor mientras paseaba su mirada por el gran árbol.

-Esto es inútil, Simón tenía razón, estamos perdiendo el tiempo -dije derrotada.

-No lo creo, fíjate en eso -dijo señalando al árbol.

-Maglor, es solo un árbol, pierdes el tiempo.

-Fíjate en eso, hazme caso.

 Seguí la mirada hacia donde me señalaba y vi unas pequeñas hendiduras en la superficie áspera del árbol.

-Apuesto a que podemos escalar por aquí -dijo apoyando el pie en la primera hendidura.

- ¡Para! ¿Qué haces? -dije sorprendida por la tozudez del elfo.

-Sígueme y lo sabrás.

 Y no tuve más remedio que seguirle.

Al llegar a la copa del árbol encontramos una cabaña. En la puerta había un cartel que decía: Cabaña del superviviente.

-Te lo dije -comentó mi amigo mientras se reía.

Entramos en la cabaña lentamente. Era bastante grande, estaba llena de libros y había una gran mesa redonda en el centro. La registramos entera, pero no había nadie. Sin embargo, había algo que no encajaba.

- ¿Tú también te has dado cuenta, ¿verdad? -dijo Maglor seriamente.

- Sé que aquí hay algo raro, pero no -dije avergonzada.

-Esta isla está abandonada salvo por los espíritus y aquellas sombras que nos atacaron, pero todos están muy lejos de aquí; sin embargo, fíjate en esta mesa, está totalmente limpia- dijo mientras pasaba el dedo por su superficie.

-Claro, eso era. Pero, ¿quién ha podido limpiar este sitio durante estos años? Espera, mira -dije señalando un pequeño baúl que se encontraba en una de las estanterías. Era igual que el que encontré en el palmeral de la desesperación.

-Ábrelo -dijo Maglor con los ojos brillantes- seguro que es la pista que nos llevará al tesoro.

Entonces lo abrí, pero dentro no había ninguna pista, había una llave.

- ¡Es la llave del tesoro! -dijimos los dos al unísono.

Salimos de la cabaña, era tarde y decidimos buscar una cueva donde dormir.

No tardamos en divisar una a lo lejos y decidimos entrar. Había algo en esa cueva que me ponía los pelos de punta. Encendimos el fuego, pero en vez de salir humo gris salió humo verde.

- ¿Qué es esto? -pregunté atemorizada. Y entonces me dormí.

Cuando me desperté estaba en un cuarto oscuro, hacia frío y no había salida. De repente oí un ruido y las paredes empezaron a juntarse. Siempre había tenido claustrofobia y empecé a angustiarme. Entonces escuché una voz de mujer que decía:

“Esta es la última prueba que debes pasar. Enfrentarte a tu mayor miedo. Para lograrlo debes tranquilizarte. Si lo logras, volverás a la cueva sana y salva.”

Las paredes se iban haciendo cada vez más pequeñas, si no me tranquilizaba acabaría aplastada. “Bien, Marta, tú puedes hacerlo solo tienes que calmarte”, pensé. Pero no podía hacerlo. Cerré los ojos e intenté visualizarme con el tesoro en el jardín de mi casa, pero no lo lograba. Pensé en qué podría estar pasándole a Maglor y deseé que estuviera bien. Si yo no pasaba la prueba quizá él podría quedarse con el dinero. Pensé que tenía que hacer demasiadas cosas en la vida, también pensé en Simón. Solo faltaba un día para que viniera a buscarme. Sentía las paredes rozándome los brazos y tuve que agacharme, el espacio cada vez era más reducido. Pensé en mi familia y en todas las cosas que habíamos hecho todos juntos; entonces las paredes dejaron de aplastarme. Cuando abrí los ojos, volvía a encontrarme en la cueva y Maglor me miraba preocupado.

- ¡Estas bien! -dijo mientras me abrazaba-. Ya pensaba que no lo lograrías.

Me incorporé y me fijé en algo que no había visto antes. Había una oquedad en la pared. Cuando me aseguré de que Maglor me seguía, entré. Ante mí se abría el paisaje más bonito que había visto nunca y en el centro un gran cofre.

- ¡El tesoro! -dije con lágrimas en los ojos-. Lo hemos encontrado. Tenemos que irnos, Simón llegará pronto y si no estamos en la calavera del ahorcado se marchará sin nosotros.

-Bien, me sé un atajo, coge el cofre.

 El cofre era pétreo, pero no pesaba mucho.

Contra todo pronóstico, llegamos a tiempo. Simón nos esperaba, se sorprendió al ver a Maglor, pero no hizo ningún comentario. Mientras volvíamos a casa abrimos el cofre, dentro había más joyas de las que había pensado. Cuando llegamos a casa me despedí de Maglor pero quedamos en que nos escribiríamos para no perder el contacto. En cuanto a mí, ahora tengo el suficiente dinero para dedicarme a vivir aventuras con mis amigos y descubrir tesoros ocultos, ¿qué más puedo pedir?

María Figuero Casas
2º ESO D

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