Niebla, Miguel de Unamuno,
editorial Santillana Loqueleo, 2017
Niebla, la primera nivola de Miguel de
Unamuno, plantea las desventuras del enamoradizo Augusto, quien, preso de su
angustia y dolor por los desafortunados acontecimientos y engaños de su amada
Eugenia, acude a Unamuno para suicidarse y entonces descubre que es un personaje de
ficción, que no existe y por lo tanto no puede morir.
En mi opinión, creo que
el concepto más complejo y el que mejor describe la nivola, es el que le
da título. Desde el principio, se nota la presencia física y metafórica de la
niebla. Un ejemplo del uso de esta palabra es el fragmento siguiente:
“Los hombres no sucumbimos a las grandes penas
ni a las grandes alegrías, y es porque esas penas y esas alegrías vienen
embozadas en una inmensa niebla de pequeños incidentes. Y la vida es esto,
niebla. La vida es una nebulosa.” (Cap. II)
Pero a lo largo de la nivola se
usa el término de niebla para dar nombre a diversas situaciones y estados que
conciernen al protagonista. Algunos son de corte físico y cotidiano, mientras
que otros se refieren a temas intangibles propios del pensamiento.
Como ejemplo de un uso menos filosófico,
tenemos el ruido de fondo de la ciudad o los murmullos de la gente en una
estancia pública. Estos ejemplos muestran una clara similitud física con la
niebla, pues todos estos ruidos de fondo conforman un ambiente poco definido y
caótico en el que poder mezclarse y dejarse llevar como hace Augusto.
“Mientras iba así hablando consigo mismo cruzó con
Eugenia sin advertir siquiera el resplandor de sus ojos. La niebla espiritual
era demasiado densa.”
(Cap. II)
Por otro lado, tenemos ejemplos propios del mundo de las ideas, como el
soliloquio que rodea al protagonista o los problemas que tiene en su vida.
Aquí, la niebla se entiende de forma parecida a lo mencionado, consiste en un
estado nublado por tantas emociones y pensamientos que crean un ambiente confuso
y desordenado. Estos pensamientos envuelven a Augusto de una forma directa que
ciegan, desordenan, alteran y pierden al protagonista en el caos de la niebla.
Los ejemplos citados
hasta ahora describen situaciones concretas de la vida de Augusto, sin embargo,
hacia el final del libro, en la conversación que mantienen Unamuno y Augusto,
éste usa la palabra niebla para referirse a su propia vida, es decir, la nivola, niebla, su vida, el libro:
- ¿Conque no, eh? -me dijo-. ¿Conque no?
No quiere usted dejarme ser yo, salir de la niebla,
vivir, vivir, vivir… (Cap. XXXI)
No es de extrañar que
este término que Unamuno ha ido exponiendo y conformando a lo largo de la
novela le dé título, pues es una gran metáfora de la situación que
cotidianamente nos rodea tanto física como emocionalmente, porque ¿qué es
nuestra vida, sino un “yo” en medio del caos del universo?
Asiel González Jiménez
2ºBach C
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