Intemperie

Intemperie, Jesús Carrasco. 
Editorial Seix Barral, 2013

Intemperie es la primera novela del escritor extremeño Jesús Carrasco. Se publicó el año pasado y fue considerada por los libreros de Madrid como la mejor obra de 2013.
Se trata de un libro traducido a varios idiomas, que se dio a conocer en otros países antes que en España. Este éxito internacional nos habla de la universalidad de su mensaje, más allá del espacio físico en el que se ambienta.
Con un lenguaje preciso y desnudo, el autor muestra su cercanía al mundo rural, al valor de una tierra con hambre, a la miseria del interior español de épocas pasadas.
Nada más comenzar la lectura te trasladas a caminos andados y sudados, a rutas de trashumancia y a paradas para comer a la lumbre una chanfaina de pulmón y corazón o cualquier otro plato pastoril. Viajas a un páramo seco y desértico, a un lugar y un espacio doloroso, que provoca angustia y desesperación, a un territorio quebrado y agostado, alejado del cualquier ser humano, donde el calor sofoca solo con leer. Te acercas hasta él, con la mirada dulce de una oveja. La misma mirada que imaginas para el protagonista, una mirada perdida que te lleva a la soledad del que escapa de su casa y de su familia.
En medio de ese paisaje hostil surge la amistad entre un niño que huye y un pastor que ya no espera nada, que vive de la compañía de sus cabras.
El autor ha logrado crear una novela que engancha por su historia, que te envuelve y se te mete hasta sentir el dolor y la cercanía de estos dos personajes solitarios. Mientras crece su amistad el lector descubrirá a otro hombre, el alguacil que busca al niño, que representa al mundo violento del que el chico escapa. Es en esa huida en la que la relación entre el muchacho y el cabrero se estrecha hasta que el apoyo mutuo llega a sus últimas consecuencias.
Gran novela. Dura y, a la vez, entrañable. Muy recomendable para alumnos de bachillerato, para los que quieran viajar hasta ese lugar, para los que no les importa el dónde y el cuándo y sí el cómo y el porqué.

Alberto Domínguez Calvo

2 comentarios:

  1. Marta Martín Sánchez (2º Bach. B)5 de abril de 2014, 20:10

    "Intemperie", de Jesús Carrasco, es un relato sobre la dura vida de un niño que se ve obligado a huir de su casa y de su pueblo por el trato que recibía. Toda la obra gira en torno a la huida de este niño, quien, afortunadamente, se encuentra con un viejo cabrero que le ayudará a sobrevivir en la intemperie.
    El título de la obra describe el espacio físico y moral en el que se desarrolla la acción, un paisaje seco e inhóspito; aunque no haya referencias espacio-temporales concretas, las detalladas descripciones que nos va dando el autor a lo largo del relato, nos permiten adentrarnos en ese sórdido ambiente de la novela.
    La obra comparte rasgos similares con el tremendismo de los años 40 ("La familia de Pascual de Duarte" de Camilo José Cela, por ejemplo), debido al duro lenguaje y a las desgarradoras descripciones, desde las condiciones del niño cuando huye de su casa, hasta la cruda imagen de los personajes que aparecen durante el relato. Todo ello nos permite sentir la atmósfera en la que se mueven los personajes y visualizar la imagen de cada uno de ellos, lo que nos produce sensaciones muy desazonadoras. Otro rasgo de este género, es la aparición de personajes marginales, que se enfrentan a situaciones extremas y que, al final, logran desembarazarse por sí mismos de todos los problemas que les surgen a lo largo de la historia.
    Finalmente, me gustaría destacar la gran sabiduría que encierra el pastor, un personaje sorprendente, que se convierte en el maestro del niño al que transmite sus conocimientos prácticos, junto a un fuerte sentido de la moralidad, del bien y del mal, un oasis entre tanta intemperie.

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  2. Carolina Delgado (2º Bach. B)25 de marzo de 2018, 20:01

    “Intemperie” es una historia que describe las cicatrices que van marcando el alma de un niño inocente, que prefiere dejar atrás todo lo que conoce, antes que seguir sufriendo la injusticia de un mundo en que la humanidad y la razón se encuentran en desintegración. Él solo ante ese mundo despiadado y cruel, sin la protección de sus padres, comienza una batalla por salir adelante y superar la violencia a la que ha estado sometido desde que nació.
    La forma en que esta novela muestra la lucha de este joven por sobrevivir podría recordar algunos aspectos de la novela realista del “Lazarillo”; sin embargo, está más próxima al género del tremendismo, cuyas características podemos observar a lo largo de todo el libro: desde personajes marginados (el tullido), crueles (el padre y el alguacil), a situaciones agresivas y desgarradoras, acompañadas de un lenguaje duro y feroz, que encontramos en expresiones como: “Allí solo había galgos. Carnes escurridas sobre largos huesos”, “cadáveres resecos de pichones”, “restos de un roedor descuartizado por algún rapaz”.
    El elemento dominante en esta novela es el paisaje, del que ya nos da una pista el propio título y que se puede interpretar de dos formas: la intemperie, por el sentimiento de soledad y desamparo del protagonista o como definición de un paisaje afectado por la sequía. A lo largo de toda la historia, aparecen extensas descripciones en las que la sequía y la suciedad se hacen las protagonistas. El autor plasma la crudeza de la naturaleza humana, cada vez más hostil, a través de la sequía, la falta de vegetación y de sombra, en una tierra en la que hace tiempo se perdió el último rastro de vida; la falta de relieve, de montañas, simboliza la falta de protección. En ese entorno, el niño comprenderá la aspereza de un mundo azotado por la miseria y la injusticia, un mundo donde la violencia forma un círculo destructivo.
    Pese a todo ello, el niño se encontrará con el cabrero, personaje que adopta el papel de figura protectora, en un mundo donde se pone de manifiesto el tópico de que “el hombre es un lobo para el hombre”.
    Sin embargo, la violencia, el egoísmo, la codicia acabarán afectando a este niño inocente, recordándonos la frase que escribe Cela en “La familia de Pascual Duarte”: “Yo, señor, no soy malo, pero no me faltarían razones para serlo”.
    En la última escena del libro, tras toda la miseria sufrida por la sequía, vuelve la lluvia; esto no mejorará el mundo degradado en el que vive, pero, para el niño, es un atisbo de esperanza.

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