El Misterio de Ra
- Aquí yace Ra, dios del Sol, nacido en…¡Sobrinos!
Así leía Carter Oswell el sello de la puerta del templo de Ra, en pleno desierto egipcio, en el verano del año 1985.
- ¡Ya os he dicho mil veces que dejéis de aporrear el sello de la entrada! -exclamó Oswell.
Mr. Carter era un veterano explorador, ya entrado en años, que había dedicado su vida a buscar la tumba de Ra, un faraón que los egipcios creían la encarnación del dios Sol.
- ¿Cuándo entraremos? ¿Seguro que hay cientos de momias ahí dentro! -suspiraba Ernesto, el sobrino pequeño del profesor.
- La momificación era un proceso caro y reservado para la realeza. Es difícil que haya más de una momia -explicó Mauricio, el hermano mayor de Ernesto.
- ¡Al fin! -gritó al Dr. Orwell.
La puerta se abrió, revelando una estancia acolumnada y en cuyo centro se alzaba un gigantesco trono, en el que yacía una momia de aspecto humanoide, ¡pero con la cabeza de un halcón! Medía aproximadamente tres metros y portaba una corona doble.
-¡Yujujúúú! -gritó Ernesto- ¡La hemos…!
Y se calló de espanto.
Un fulgor dorado rodeó a la momia Ra.
Abrió los ojos, se levantó y bramó como un halcón furioso. Levantó los brazos y empujó a los tres fuera del templo. Inmediatamente, derrumbó las columnas y el templo se hundió en la arena.
- ¿Qué ha pa-pa-pasado? -murmuró temblando Mauricio.
- ¿Ese monstruo quería matarnos! -lloriqueó Ernesto.
- Lo dudo -sonrió el profesor-. Si hubiera sido así, habría dejado que nos hundiéramos con el templo.
Hay algunos misterios que nunca llegan a ser desvelados.
Luis H.M. Mayo-Monge
1º ESO A
1º ESO A
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