La sonrisa etrusca

La sonrisa etrusca, José Luis Sampedro
Editorial DeBolsillo

La sonrisa etrusca, de José Luis Sampedro, es una obra que rebosa humanidad y ternura. En una breve novela, el autor explora la nostalgia, el pasado, el presente y la comunión entre ambos.
Esto lo hace siguiendo el final de la vida de Salvatore (o más bien Bruno), un viejo partisano con espíritu guerrero y juvenil que deja su pueblo en el sur de Italia y se muda a la gran ciudad para tratarse un cáncer. Allí pasa a vivir con su hijo y la esposa de éste, con los que mantiene una relación más bien fría, pero, sobre todo, con su nieto, que comparte el nombre que él se labró, quien se convertirá en el centro de su vida y conducirá sus acciones en toda la historia.
Es la relación entre el anciano y el niño lo que guía la obra, el elemento central y origen de toda acción. Es un vínculo precioso que vertebra el magistral desarrollo del protagonista, cómo se enternece junto a él, cómo deja a un lado por él sus ambiciones anteriores (volver triunfante a su pueblo una vez muerto su rival) y cómo lo hace evolucionar y aprender pese a su edad y su sabiduría.
En parte, amo esta relación por el propio personaje de Salvatore: complejo, profundo, fascinante y con una motivación siempre clara. Es un personaje al cual comprendes con facilidad, y con el cual empatizas, pero destacaría especialmente su mentalidad.
Gracias al estilo narrativo de Sampedro (tercera persona muy subjetiva y cercana al protagonista) y su prosa prácticamente lírica, los pensamientos de Bruno quedan a flor de piel, se convierten en una cortina que hay entre el lector y la historia y que cambia por completo nuestra percepción de ella, creando una conexión enorme y una gran empatía.
No puedo sido deshacerme en elogios hacia todo cuanto hace Salvatore como personaje, cómo a través de él, una nueva vida, la de Brunetino, cambia su entorno, pero también me gustan otros dos elementos: el tratamiento del pueblo, del pasado, de la nostalgia y la sencillez (que es en esta obra todo uno); y el de la relación con Hortensia, el enfoque de un amor a la vez frustrado por el tiempo y purificado por éste.
Con todo esto, sólo me queda afirmar que La sonrisa etrusca se ha quedado conmigo y que me he emocionado profundamente con su final, la culminación de la vida de un abuelo, un nonno, que lo deja todo por su amado nieto.

Francisco Javier Cabañas
 2º Bach. A

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