Vivimos en una época en que la tecnología impera entre la
humanidad. Hemos llegado a un punto en que no podríamos vivir sin ella,
literalmente. Nuestro momento de la historia humana ha cambiado radicalmente la
manera de ver el mundo y de controlarlo. Predecimos qué va a suceder y nos
anticipamos a ello, burlamos a la muerte hasta edades increíbles, viajamos a
lugares totalmente desconocidos, desentrañamos los secretos de nuestro origen,
descubrimos de qué estamos hechos... Reinamos sobre la naturaleza.
Tantos siglos se ha soñado con saber, descubrir y conocer todo
lo que nos estaba oculto… y en este nuevo milenio de revolución del
conocimiento, en el cual empezamos a poseer tal tecnología que parece imposible
que se nos resista nada, hay dudas de si estamos en el derecho o no de hacerlo.
Gran parte de este problema radica en la inteligencia
artificial. Ha habido grandes logros en este campo, coches que no necesitan
conductor, programas de ajedrez imbatibles e incluso maquinas que pueden
mantener conversaciones. Y claro, ¿en qué punto una máquina deja de ser máquina
y empieza a ser humano? Es la pregunta que muchos formulan y a otros tantos les
preocupa. Para ello habría que definir qué es el ser humano. Desde un punto de
vista biológico se designa como ser humano a “aquella especie animal vinculada
al homo sapiens, pero cuyas principales características y diferencias para con
el resto de las especies, son que el ser humano puede llevar a cabo operaciones
como pensar, hablar y relacionarse.” Desde la primera parte de la definición ya
queda descartado que cualquier máquina pueda llegar a ser considerada humana o
persona, más bien la máquina sería un montón de circuitos hecho a imagen y
semejanza del ser humano. Y aunque una máquina esté condicionada en sus
funciones y habilidades mediante su programa, como nos pasa a nosotros, esta no
será nunca una persona, será muy parecida a nosotros, pero bajo el dominio
humano, algo inferior, y si dejase de ser así, los papeles cambiarían.
Otra historia sería optar por aplicarnos a nosotros mismos
toda la tecnología, convirtiéndonos en una nueva raza humana inmune a cualquier
enfermedad, con capacidades extraordinarias de fuerza e intelecto y rozar la
inmortalidad: básicamente, optar por el “transhumanismo”. Esta idea a muchas
personas les parece atroz, y lo es, porque iríamos distanciándonos más de
nuestra esencia, pero al fin y al cabo esto es evolución y los microorganismos
se han alterado a sí mismos desde siempre, originando la diversidad de razas.
Y, aunque ir en esta dirección causaría una gran desestabilización del sistema
y de nuestra ya preocupante situación, al estar esta tecnología al alcance de
muy pocos, crearía graves problemas entre los nuevos humanos, temidos, y los
humanos, despreciados. Aun así, si esta situación se diese, tampoco se podría
considerar que las máquinas han pasado a ser consideradas humanas, en todo caso
los humanos han pasado a ser considerados personas robotizadas.
A pesar de este panorama tan deprimente, asombra la
capacidad humana de crear: echando la vista atrás, nadie hubiera imaginado que
tendríamos lo que tenemos. Obviamente, siempre se ha fantaseado con la
tecnología (que si casas voladoras, que si lanzar cosas por los ojos, que si
teletransportarse...). Pero ¿qué hubiera pasado, a dónde habríamos llegado, si
en un punto de inflexión en vez de tomar un camino se hubiera tomado otro? ¿Qué
realidad y descubrimientos tendríamos? Todas las épocas se han creído las más
avanzadas y nosotros, naturalmente, también, pero ¿cómo nos considerarán dentro
de unos pocos siglos? Casi provoca impotencia saber que estamos al principio de
una nueva era, pero, sin embargo, desconocer su fin.
No obstante, esos son problemas del pasado, que es
inamovible o del futuro, que es inexpugnable. Actualmente hay serios problemas
con la tecnología, aparte de la dependencia que genera, ya mencionada. Se
escucha constantemente en todas partes una nueva palabra que ha aparecido, hacker. Esta persona piratea, roba,
difunde y oculta información, a veces para bien y otras para mal, pero como
todo, así que eso no es interesante en este tema. La pregunta es ¿quién es esa
persona? ¿Soy vulnerable? O incluso ¿y yo puedo hacer eso? Cualquier persona
puede crearse un perfil falso para observar a su pareja, amigo o familiar. Una
persona puede ser mil y una personas que en realidad no sean más que datos y
números. Y es un problema, pues se invade la privacidad de uno, pero es
inevitable que la gente se cree cuentas con nombres falsos con correos, que
luego ni recuerdas, para cualquier tontería. Muchos casos se han dado en
páginas de contacto, redes sociales y demás sitios parecidos. Y esto si
hablamos de lo que se hace de un modo evidente, ya que hay otros casos de
ciberataques a sitios de gran seguridad y que resultan imposibles de rastrear,
grupos como Anonimus. El terrorismo
ha cambiado.
Otro problema que se plantea es que, ante el ordenador, uno
se relaja. Deja de estar alerta, no se cuida tanto lo que se dice… Todos lo
hemos hecho: encararnos a un extraño de internet, una situación que si se diese
en la vida real sería mucho más diplomática. Esta es una razón del mal ambiente
que suele haber en páginas grandes. La persona que se conoce en internet puede
llegar a ser muy diferente a la de la realidad. Al fin y al cabo, la tecnología
nos de la mayor libertad de expresión que podemos tener. Puedes poner lo que
quieras, subir lo que quieras y hacer lo que quieras, pero las consecuencias ya
son bien sabidas. Cualquiera que esté un poco en cualquier sitio del tipo “red
social” se habrá dado cuenta de que diga lo que se diga siempre habrá ofendidos.
Es paradójico que en el momento de mayor libertad las personas se acallen unas
a otras.
Creo que la tecnología es uno de los mayores avances y que
no se va a poder parar. Todo este avance será utilizado para bien o para mal,
pero utilizado. Hay tantas investigaciones abiertas, algunas tan lentas y otras
tan rápidas, que resulta difícil estar atento a todos estos avances. Pero por
ahora, y sin saber hasta cuándo, el ser humano sigue
escribiendo la historia.
Roberto Galende Pérez,
1º Bach. B
1º Bach. B
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