La utilidad de lo inútil

La utilidad de lo inútil. Manifiesto, 
Nuccio Ordine. Editorial  Acantilado, 2013

  Obra de título elocuente en la que el profesor Nuccio Ordine nos ofrece reflexiones propias y de otros autores sobre una de las mayores calamidades que hoy nos amenaza: el aberrante intercambio que de un modo tan taimado como calculado se nos pretende imponer en lo relativo al significado de los términos “útil” e “inútil”, con las preocupantes e indignantes consecuencias prácticas que tal intercambio acarrea, consecuencias que de un modo u otro, hoy día, todos sufrimos.
El librito, 171 páginas de nada, está estructurado en cuatro apartados de título a cual más sugerente: La útil inutilidad de la literatura, La Universidad empresa y los estudiantes clientes, Poseer mata: “Dignitas hominis”, amor, verdad y La utilidad de los conocimientos inútiles, éste último publicado por Abraham Flexner en 1939, lo que da idea de la persistencia,  pervivencia y actualidad de la batalla entre lo “útil” y lo “inútil” que desde siempre ha venido librándose en todos los campos de la actividad humana.
Desde la atalaya que le proporciona su condición de profesor de literatura, Nuccio Ordine pone de manifiesto, no es casual que la palabra, a modo de subtítulo, aparezca en la portada del libro, las nefastas consecuencias que la corriente utilitarista imperante en todas las actividades humanas está acarreando a nuestra vida y más en particular al ámbito de la educación.
Define la Real Academia Española de la Lengua el término “útil” como aquello “que trae o produce provecho, comodidad, fruto o interés”, mientras que “inútil”, no podía ser de otra forma, es “lo no útil”. Hasta aquí de acuerdo, pero ¿quién determina lo que es provechoso?; no hace falta ser muy avispado para darse cuenta de que a lo largo de la historia tal papel ha sido desempeñado por los mismos estamentos y personas que más se “aprovechan” de lo provechoso, obteniendo su propia comodidad e interés, de tal manera que lo “útil” para unos pocos se manifiesta como “inútil” para la gran mayoría, habida cuenta del poco “beneficio” que obtienen con su trabajo y esfuerzo; consecuencia lógica: esa gran mayoría protesta y se manifiesta en claro desacuerdo con la situación, convencidos de que lo que pretenden presentarnos como paradigma de la utilidad no es sino un engaño que solo beneficia a unos pocos.
¿Qué hacer para que las cosas no cambien? piensan los pocos. Fácil, se trata de convencer a los menos “afortunados” de su error de interpretación en lo que a los términos “útil” e “inútil” se refiere, y así, por las buenas algunas veces, las menos, y por las malas otras, las más, se empeñan en presentar como útiles aquellas actividades humanas que producen provecho a corto plazo, obviando, cuando no eliminando o reduciendo a mínimos, aquellas otras que rinden beneficios a medio y largo plazo, por ejemplo sanidad y educación, beneficios, por otra parte, no cuantificables en términos de “cash”.
¿Cómo lograr tan maquiavélico objetivo? Fácil, con solo mirar alrededor encontramos múltiples respuestas a la pregunta; de todas ellas, por mi condición de profesor citaré una que me preocupa especialmente: la deriva que desde hace tiempo van tomando nuestros planes de estudio y las sucesivas reformas educativas que venimos padeciendo, de tal manera que en aras de una, a mi juicio mal entendida, utilidad estamos asistiendo al paulatino abandono de aquellas “disciplinas” que a corto y medio plazo no producen un rendimiento económico contante y sonante.
De una forma cada vez menos implícita se vienen arrinconando, cuando no despreciando y, en consecuencia, olvidando, aquellas actividades, aquellos saberes que no tienen un objetivo práctico inmediato, que no son útiles, que no producen dividendos a corto plazo;  así, en nuestros planes de estudio se contempla la práctica desaparición de la Música, asignaturas como el Arte, el Griego o el Latín; todo lo que “huele” a Humanidades cuenta cada vez con menos alumnos y corre el riesgo evidente de desaparecer, al mismo tiempo que aparecen en ellos otras con nombres pomposos y rimbombantes que no consiguen ocultar la vacuidad de las mismas; asignaturas cuyo interés principal radica en mantener a los alumnos “ocupados” haciendo como que hacen, pero sin hacer nada que les sirva para llegar a ser capaces de pensar por sí mismos, de tener una opinión propia basada en argumentos sólidos, críticos con las consignas procedentes del poder oficial establecido con las que cada día somos “bombardeados” los ciudadanos de a pie. Cualquier cosa con tal de mantenerlos alejados de todo lo que huela a pensamiento autónomo y personal; ya lo dijo el que lo dijo: “lejos de nosotros la funesta manía de pensar” que dicen que dijo el rector de la Universidad de Cervera ante Fernando VII, hace unos doscientos años; pues sí que vamos progresando.
Vivimos un tiempo de crisis y parece que algunos alguienes están empeñados en que vivamos con el miedo de perder lo poco que nos van dejando; es evidente que cuanto más miedo tengamos menos pensaremos en lo verdaderamente útil e importante, más borregos nos volveremos y menos libres seremos. Llegado este momento podrá decirse aquello de la necesidad de “Primero vivir y luego filosofar”; pues sí, es evidente que tal cosa puede decirse, pero convendría recordar también aquello otro de “No solo de pan vive el hombre”, que dijo quien todos sabemos. En fin, que puestos a decir, y para terminar, como motivo para la esperanza, me gustaría recordar lo que Antoine de Saint Exupéry escribió en su Principito: “Pero nosotros, que comprendemos la vida, nos burlamos de los números”[1]
            Paulino Tardáguila García



[1] Entendería que alguno de los alumnos que pudieran leer esta líneas se sintiera confuso con la afirmación, no en vano soy profesor de Matemáticas, pero fiado en su buen criterio y sentido común espero que entenderán lo que quiero decir, seguro que sí.

1 comentario:

  1. Profesor, lo ha explicado con una claridad meridiana. Estupenda recensión e invitación a dicha lectura.
    Cristina González. Dpto. Latín.

    ResponderEliminar