No siempre
necesitas algo nuevo para ser mejor
(De Abril de Saa, relato ganador del Tercer Premio de la Fase Provincial del Concurso de Relato Jóvenes Talentos de Coca-Cola 2023)
Le
pesaba el saco.
Estaba
lleno hasta reventar de corazones, corazones que tenía que repartir por todo el
mundo.
Iris
recorría la Tierra de principio a fin distribuyendo corazones allá por donde
pasaba. Éstos hacían a las personas más bondadosas, amables y agradables.
Cierto
era que no siempre cumplía su labor; a veces paraba a descansar debajo de algún
árbol o se tumbaba en alguna playa a escuchar el murmullo del mar. Nadie se
podía enterar de que ella paraba, ya que si se enteraran sería horrible: la
despedirían y cogerían su corazón, convirtiéndola en alguien desalmado y sin
compasión alguna.
Era
un día cualquiera en la ajetreada vida de la muchacha. Iba volando por el cielo
con una estela multicolor detrás persiguiéndola, como si jugaran al
pilla-pilla. Su destino era Finlandia, un lugar al que no viajaba mucho porque
allí la gente no solía necesitar corazones, nacían con ellos por naturaleza.
Pero siempre había una excepción que confirmaba la regla.
Esta
vez buscaba a un tal señor Roberts, que por lo visto había nacido con un
corazón, pero se lo habían roto. La ubicación del señor Roberts era un poco
extraña: Era una calle oscura y sin salida. Había caído la noche e Iris,
cansada y sin haber encontrado al señor Roberts, se tumbó a descansar en la
acera de la calle. Durmió durante horas, sin saber si encontraría a Roberts en
algún momento. Tenía la mirada perdida cuando algo atrajo su atención: Un haz
de luz proyectado en la pared. No paraba de moverse, de un lado a otro, arriba
y abajo sin descanso. Iris se percató de que provenía de una ventana colocada
algunos metros por encima de ella. Voló hasta la ventana y entró. Era una
habitación sin amueblar, solamente con una silla de madera y un colchón, y
encima del colchón un hombre con aspecto desaliñado, y con agujeros en la ropa…
Iris sacó su bolsa de corazones con cuidado y extrajo un corazón de ella. La
luz del corazón iluminó toda la sala, despertando al hombre.
- ¿Eres el
señor Roberts? - preguntó Iris con una voz dulce y tranquila.
- Eso dice
en mi DNI, pero ya no queda nada de ese señor Roberts, ahora sólo soy un alma
más en este mundo cruel, no aporto nada a él así que no merezco tener nombre. -
respondió el señor.
Iris se
desconcertó ante aquella respuesta, completamente inesperada para ella.
- Pero...
Entonces, ¿no quieres que te dé un corazón? - tanteó la muchacha.
Roberts
agachó la cabeza y, cabizbajo, contestó relatando una historia:
- No quiero
otro corazón, el primero que tuve me lo hicieron astillas y me lo destrozaron.
Ella, la chica de mis ojos, la chica a la que dedicaría mi vida y le daría todo
lo que me pidiera, lo rompió, así, sin más. -Hizo una pausa para secarse las
lágrimas que asomaban por sus ojos y prosiguió con su relato.- Se llamaba
Marlen, un nombre precioso. Me enamoré de ella como nunca me había enamorado,
sólo tenía ojos para ella y la mimaba como nunca había mimado a nadie, ni siquiera
a mi hermano. Pero un día se marchó, dejándome más solo que la una. Antes de
marcharse dejó una carta que decía que me había abandonado porque no era
suficiente para ella, no la consentía suficiente y no la cuidaba correctamente.
Casi prefería que no hubiera dejado nada, porque, después de haber leído la
carta, mi autoestima cayó por los suelos, me alejé de la sociedad, me aislé, no
me comuniqué con nadie y caí en una depresión pensando que nunca la
recuperaría. Y así fue, nunca más volví a saber de ella.
Cuando
hubo acabado de relatar todo, se calló y volvió a tumbarse en la cama.
- Pero con
un corazón nuevo podrías buscar a otra persona mejor que Marlen, ella no te
merecía, desde luego. -Intentó convencerle Iris, sintiendo una profunda pena
por él.
- Yo creo
que lo que necesito no es eso, lo que necesito es ver que más personas
disfrutan con sus almas gemelas. -Razonó Roberts.
- ¡Entonces
mucho mejor! -gritó Iris emocionada.- Te unes a la Coraoficina, donde trabajo yo, y te vienes conmigo a repartir corazones,
te aseguro que se ve mucha gente feliz, y lo más bonito, tú les proporcionas
esa felicidad.
Roberts
aceptó la propuesta emocionado e Iris lo condujo hasta el jefe, quien le otorgó
las alas para sobrevolar el mundo, las alas que le harían feliz. Desde ese día,
Iris tenía la opción de parar a descansar en cualquier momento que deseara para
conversar con su nuevo amigo, con quien compartía el valor de la amistad.
Juntos disfrutaban la labor que tenían encomendada en compañía.
Y no nos
olvidemos de Roberts, quien aún sin un nuevo corazón, fue capaz de juntar las
astillas del suyo y convertirse en una nueva y mejor persona.
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