Sin título
(De Luz Camila Sosa Quiñónez, segundo premio de la fase provincial del Concurso de Jóvenes Talentos de Relato Corto de Coca-Cola 2021)
Era una
tarde como cualquier otra, Álvaro bajaba la cuesta que tantas veces había
bajado, acompañado del regalo que le dieron sus padres, días antes de la
tragedia que le acabaría dejando huérfano.
Desde
que tenía tres años y había visto a un adolescente haciendo un ollie, había
quedado prendado de ese deporte, que ahora le ayudaba a superar malas rachas en
estudios y en su vida. Sus padres sabían de su afición y le regalaron un skate
negro, con una parte de atrás llena de color y de dibujos de gatos cósmicos.
Por entonces el skate, le venía grande, ahora, era perfecto.
Iba a
ser la misma tarde de siempre, el sol resaltaba sus ojos color azabache y sus
rizos morenos ondeaban con la brisa. Cuando bajase la cuesta, seguramente iría
al parque detrás de la iglesia y continuaría con la historia de la maléfica
Marlene y del gran héroe que protege la ciudad.
Esa sería
su tarde ideal y usual, pero, al cruzar la acera que se encuentra enfrente del
quiosco en el que de pequeño compraba los dulces para el día de la madre,
siempre acompañado por su padre, vio a una chica con el pelo negro y no muy
largo, la estatura deseada, ni tan baja ni tan alta, y una mirada que fulminaba
a cualquiera, todo aquello, acompañado por una sonrisa impecable. Cualquiera seguiría
su camino si se cruza con un desconocido, pero a Álvaro esa chica le resultaba
familiar, esa mirada penetrante le recordaba a algo o alguien, pero no lograba
descifrar a qué o a quién; no lo logró hasta ver esa marca, ese tatuaje de
la calavera sobre la que se posaba una mariposa y un cuchillo.
Era
ella, la maléfica chica con la que Álvaro había soñado tantas veces, la chica
de la que tanto había escrito. Sentía el miedo cerca, el deseo de salir
corriendo y escapar, pero algo le detuvo, un sentimiento, no sabría explicarlo,
pero se quedó allí inmóvil, observando cualquier movimiento, como si ella
fuese a conjurar algo, como si Marlene fuese a matarlos.
La
supuesta Marlene debió́ de notar esa mirada fría hacia ella, porque se giró y
le sonrió́, esbozando su radiante sonrisa.
Álvaro,
por así decirlo, despertó́ y le devolvió́ la sonrisa; era falsa, y él lo sabía,
pero no podía permitirse sonreírle amigablemente, nunca lo hacía, y menos con
una persona como Marlene, según sus cómics, ella era la destrozadora de mundos,
y aquí́ no estaría para hacer amigos.
Algo
dentro de él, lo empujó a acercarse, quería ver de cerca, lo que desde lejos
se veía tan bonito y terrorífico a la vez. No pudo.
Su
mente estaba en blanco, nunca le había pasado, siempre tenía algo en la
cabeza, los personajes de su cómic eran los más frecuentes pensamientos, pero
ver a uno de ellos hecho realidad, le erizaba la piel.
Se
preguntaba quién y dónde estaría el héroe del que tanto había escrito,
siempre aparecía cuando algo era destrozado, pero Álvaro necesitaba verlo allí
mismo, sentir un poco de salvación en ese momento tan tenso.
Recordó́
lo que según él, había sido el mayor error que había cometido en su cómic,
en él, él era el héroe del que toda la humanidad dependía.
Sintió́
un escalofrío, no podía pensar en salvar a todo un planeta si algo se
complicaba, apenas podía hacerse un huevo frito que fuese comestible.
Empezó a llover, era extraño, no se había previsto lluvia.
Marlene
se giró, una sonrisa maliciosa le cubría la cara, sus manos se empezaron a
mover, eran movimientos circulares, de pronto, cambiaron de dirección, de
arriba a abajo y de derecha a izquierda. Los repitió́ tres veces antes de
conjurar su famosa frase, "hago de este, un planeta mío".
Polvos
verdes empezaron a brotar de sus manos, se dirigían hacia Álvaro, que estaba inmóvil.
Él sabía lo que los polvos verdes eran, pero no sabía lo que le harían. Nunca
había relatado nada sobre Marlene atacando directamente a alguien. Desconocer
eso le asustaba y le ponía los pelos de punta.
Cada
vez se acercaban más y su miedo se iba haciendo aún mayor. Quería correr, pero
sus piernas no respondían; quería gritar, pero tenía la extraña sensación de
que nadie le escucharía.
Acabó
diciendo "yo, Álvaro, soy el salvador de planetas, y tú, serás
derrotada". Un traje le cubrió́ el cuerpo, era rojo con detalles
plateados. Le daba capacidades sobrehumanas, su cabeza se llenó de planes para
derrocar a Marlene. No lo dudó y fue directo hacía ella, capacidades y poderes
sobrehumanos se vieron envueltos en una batalla, que terminó con la victoria
de Álvaro y por lo tanto del planeta entero.
La
felicidad se apoderó de él, la gente salió de sus escondites, lo que antes parecía
un desierto era ahora escenario de alabanzas hacia el que hacían llamar su
salvador. Entonces, Álvaro se despertó́.
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