Cuento de Isabelle Dumarchey


A partir del comienzo de un relato de Enrique Vila-Matas, "El día señalado", nuestros alumnos debían continuar la historia. Y estas son algunas de sus interesantes propuestas.

Isabelle Dumarchey tenía 10 años cuando una gitana le pronosticó que moriría sedienta y de pie, tal vez bailando, en un día de invierno muy lluvioso, de un año imposible de determinar. Sus padres, no le dieron mayor importancia a esas palabras; pero la niña Isabelle quedó impresionada, y cuando pocas semanas más tarde llegaron los días invernales y lluviosos se la vio de pie en muchos sitios, siempre sufriendo o balanceándose extrañamente, riendo nerviosa, con una botella de agua mineral, como si temiera ponerse a bailar y quisiera ir a sentarse lo más pronto posible.
El día señalado, Enrique Vila-Matas


Todos los inviernos pasaban así. Mas no podía ser así por mucho más tiempo. Isabelle tenía ya 16 años. Aquel invierno iba a celebrarse la boda de su tía y, para desgracia suya, su tía había organizado un concurso de baile y la había inscrito sin preguntárselo. Isabelle intentó convencer a sus padres de no ir, pero no funcionó; y, aquel día, bailó todo lo que no había bailado en 6 años. Al terminar, se sentó a beber agua, feliz, al fin y al cabo, aquella gitana se había equivocado. "Seguramente era una farsante", pensó la chica mirando el baile de su tía y su marido. Decidió salir al jardín a dar un paseo bajo la lluvia; estaba agobiadísima de calor dentro, en el salón. La lluvia la empapó en cuestión de segundos, pero no le importó, y empezó a bailar, ella sola, por todos aquellos años vividos a merced del miedo provocado por aquella profecía. Isabelle rio a carcajadas, ignorando cómo el viento helado le recorría su espalda con sus frías garras, causándole escalofríos. El frío llego a sus pulmones, haciendo que temblara de forma exagerada. Se apoyó contra una columna, sintiendo como toda ella se congelaba y una sed atroz la atormentaba. El frío la estaba matando. Entonces, se fijó en aquel botellín de agua que siempre llevaba con ella, aquel que se había ido congelado poco, dejando ya solo una parte líquida. Isabelle intentó sentarse en un vano intento de que la profecía fallase; pero era como un títere, casi sentía como los finos hilos del destino la mantenían de pie, impidiendo que huyese dentro o se acercase a la botella, mientras esta terminaba de congelarse al mismo tiempo que Isabelle moría sin poder beber agua, de pie, ahogada por el mismo frío que destrozaba aquella botella. La pregunta es, ¿y si no hubiera habido pronóstico?
Irene Le Quéré Arroyo
3º ESO C

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Pasaron los años y la niña creció, pero seguía atormentándose por aquellas palabras que, de alguna forma, le arruinaron la vida.
La muchacha pasaba los días sentada, y, solo era en primavera cuando Isabelle vivía libremente, pero siempre, con su botella de agua mineral en la mano.
Continuaron pasando los años e Isabelle fue creciendo y creciendo.
Ya de vieja, Isabelle cayó enferma de alzhéimer, y poco a poco se le fueron olvidando cosas como el nombre de sus hijos, el suyo, dónde vivía, y un montón de cosas más que nuestra protagonista había aprendido a lo largo de su vida. Y, finalmente, se le olvidaron las palabras que aquella gitana le dijo algún día hacía ya más de medio siglo. A pesar de esto, nuestra protagonista no murió sedienta ni bailando en un día lluvioso de invierno, Isabelle falleció debido a su avanzada edad en un día caluroso de primavera y antes de morir dijo: “Ahora por lo menos podré descansar en paz, y sin mi botella.”
Paula María Castaño
3º ESO C

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