La dama del armiño puede visitarse en el MNK (Museo Nacional de Cracovia) |
La dama del armiño
Leonardo da Vinci
El cabello fino y castaño de la dama
desciende hasta su barbilla como si fuera el velo de una mujer musulmana. Su
rostro se asemeja al de una muñeca de porcelana; sus ojos miran perdidos y
relajados, como si la joven hubiera encontrado una confortable tranquilidad con
un estilo de vida, con un amante, con una razón o tal vez un significado a su
realidad.
La larga nariz, sus dulces mejillas y
su pequeña y sonriente boca danzan en conjunto para formar la parte baja del
rostro, una parte agraciada. El cuello está firme, como si se sintiera
falsamente segura de su persona, y en él tiene dos collares rodeándolo: uno
apretando su cuello, casi asfixiándolo, y el otro alargado hacia su pecho. Los
hombros caídos funcionan como almohada para el armiño albino que tiene
acurrucado en sus brazos. Su mano de pianista acaricia al tierno animal
sujetado por el brazo izquierdo.
Su ropaje colorido, junto con su
complexión delgada y su rostro fino, forman el retrato de una agradable joven.
David López Díaz
ESO 2º B
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