El otoño del patriarca, 
Gabriel García Márquez.
Editorial Debolsillo, 2013
Gabriel García Márquez.
Editorial Debolsillo, 2013
El mejor
homenaje que se le puede rendir a un escritor es leer sus obras o releerlas si
ya se han leído, por eso no me extraña que en los días que han seguido a la
muerte de Gabriel García Márquez hayan aumentado mucho las ventas de sus
libros. Sin restarle mérito al resto de sus narraciones, hay tres que pueden
calificarse como obras maestras: Cien años de soledad (1967), El
otoño del patriarca (1975) y Crónica de una muerte anunciada (1981).
De las tres, mi preferida ha sido siempre El otoño del patriarca.
Creo que él también la consideraba superior a las otras dos.
El
otoño del patriarca se centra en la denuncia de los regímenes dictatoriales.
La acción se sitúa en un hipotético país bañado por el Caribe y la atmósfera
narrativa evoca  cualquiera de las innumerables dictaduras que se alzaron
en esa zona durante el siglo XX; sin embargo,  su representación del 
poder dictatorial sobrepasa los límites de un  espacio y de un tiempo
concretos para convertirse en símbolo de él.
Símbolo de
todos los dictadores es el protagonista, de ahí que su nombre propio,
Zacarías,  solo aparezca una vez en la novela,  y que la duración de
su vida sea larga e indefinida: “se dijo en un tiempo que él había  seguido
creciendo hasta los cien años y que a los ciento cincuenta había tenido una
tercera dentición”; como indefinidamente han venido sucediéndose las dictaduras
a lo largo de la historia.
García
Márquez, entreverando las palabras de los personajes con las del narrador, va
componiendo de forma nítida y bien perfilada la figura de un dictador
analfabeto, arbitrario, egoísta, rijoso, despiadado, cruel y vengativo, pero al
mismo tiempo solitario, desconfiado y temeroso; y va mostrando hasta qué
límites imposibles de imaginar llegaba la naturaleza caótica, corrupta y 
brutal de su régimen político. Como muestra un botón: ordenó asesinar al
general Rodrigo de Aguilar, su hombre de confianza, por aliarse con los
oficiales de la guardia presidencial para retirarlo del poder e internarlo en
un asilo de dictadores derrocados; pero no conforme con asesinarlo, mandó
guisar su cadáver, que,  dorado al horno y con una guarnición suculenta,
fue servido en un banquete a los demás implicados en aquella traición.
Probablemente
no sea la novela más conocida ni la más leída de este escritor; sin embargo, es
una novela espléndida que cautiva y atrapa a los lectores.  García
Márquez, con un  lenguaje exuberante, que sale de su pluma como un
torrente, y con un dominio magistral de la técnica narrativa, consigue que nos
zambullamos en su lectura fascinados por la existencia de unos personajes
singulares, por la recreación de un mundo insólito  y por la narración de
unos sucesos atroces e irracionales que nos conmocionan.
En fin, ocurre
con esta novela como con una buena película: cuando uno llega al final desea
deleitarse de nuevo con ella. 
Eleuterio Bejarano Bueno

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