Cuéntame un cuento

Lee aquí la leyenda
completa

"Los ojos verdes"

Leyenda de G. A. Bécquer


“Yo creo que he visto unos ojos como los que he pintado en esta leyenda. No sé si en sueños, pero yo los he visto. De seguro no los podré describir tal cuales ellos eran: luminosos, transparentes como las gotas de la lluvia que se resbalan sobre las hojas de los árboles después de una tempestad de verano. De todos modos, cuento con la imaginación de mis lectores para hacerme comprender en este que pudiéramos llamar boceto de un cuadro que pintaré algún día".

Un día de caza, al perseguir a un ciervo, Fernando de Argensola entró en una zona del bosque donde ni los cazadores ni los perros tenían acceso, la legendaria fuente de los Álamos. Se decía que el valiente que entrara allí tendría que enfrentarse con un espíritu maligno. Pero él no se detuvo ante esta advertencia. A partir de aquel día su comportamiento cambió. Íñigo, su montero, se muestra muy preocupado y Fernando le cuenta que aquel día vio a una joven con unos ojos verdes que le hipnotizaron y que, desde entonces, vuelve cada día porque necesita verla de nuevo.
El tema principal de esta leyenda es el amor idealizado, un amor ciego y fantástico, ya que Fernando se enamora locamente y no atiende los avisos que recibe sobre las posibles consecuencias.
Bécquer entremezcla personajes reales y sobrenaturales. El protagonista es Fernando de Argensola, un personaje romántico, hombre valiente, arriesgado, cabezota y algo orgulloso, con un humor un poco cambiante. Él persigue un amor idílico que personifica en la misteriosa mujer de la fuente, una mujer bella y muy pálida (personaje que se puede asemejar con la protagonista que aparecía en la leyenda de "El Rayo de Luna"), que se identifica con esos ojos verdes que hechizan a Fernando. Íñigo es un personaje secundario, que sirve de contrapunto realista al protagonista: aparenta tener miedo y no le gusta arriesgarse y meterse en problemas o situaciones peligrosas. Es precavido y con los pies en la tierra.
El lugar donde se desarrolla la acción también combina realidad y fantasía: es un lugar real, un monte de la provincia de Soria. Allí, en el seno de una peña, se ubica la mágica fuente de los Álamos, escenario de esta relación amorosa.

“...la fuente brota escondida en el seno de una peña, y cae, resbalándose gota a gota, por entre las verdes y flotantes hojas de las plantas que crecen al borde de su cuna. Aquellas gotas, que al desprenderse brillan como puntos de oro y suenan como las notas de un instrumento, se reúnen entre los céspedes y, susurrando, susurrando, con un ruido semejante al de las abejas que zumban en torno a las flores, se alejan por entre las arenas y forman un cauce, y luchan con los obstáculos que se oponen a su camino, y se repliegan sobre sí mismas, saltan, y huyen, y corren, unas veces con risas; otras, con suspiros, hasta caer en un lago. En el lago caen con un rumor indescriptible. Lamentos, palabras, nombres, cantares, yo no sé lo que he oído en aquel rumor cuando me he sentado solo y febril sobre el peñasco a cuyos pies saltan las aguas de la fuente misteriosa, para estancarse en una balsa profunda cuya inmóvil superficie apenas riza el viento de la tarde.”
  Me ha gustado este contraste que hace el autor entre lo real y lo irreal. Así, me parecen muy interesantes las descripciones que hace de los personajes, sean reales o fantásticos, consiguiendo magistralmente que el lector se los pueda imaginar:

“una tarde encontré sentada en mi puesto, vestida con unas ropas que llegaban hasta las aguas y flotaban sobre su haz, una mujer hermosa sobre toda ponderación. Sus cabellos eran como el oro; sus pestañas brillaban como hilos de luz, y entre las pestañas volteaban inquietas unas pupilas que yo había visto…, sí, porque los ojos de aquella mujer eran los ojos que yo tenía clavados en la mente, unos ojos de un color imposible, unos ojos…”.
Rebeca Fernández Ayuso
(2º Bach. B)

No hay comentarios:

Publicar un comentario